Durkheim (2000) emplea el concepto de representaciones colectivas para analizar fenómenos que tienen su origen en el entramado de relaciones sociales que los individuos establecen dentro de una sociedad. Según el autor, estas representaciones son “realidades [que] sostienen con su sustrato íntimas relaciones [y cuya] autonomía no puede ser sino relativa” (Durkheim, 2000: 48). Añade además que dicho sustrato corresponde al “conjunto de los individuos asociados” (ibid.). Las representaciones colectivas surgen del intercambio de acciones entre los individuos en el contexto de la vida social, constituyéndose así en hechos sociales que trascienden y se imponen al individuo. En este proceso, las propiedades individuales, al integrarse en la colectividad, pierden su especificidad para conformar fenómenos eminentemente sociales.
Desde esta perspectiva durkheimiana, las representaciones colectivas se sintetizan y expresan de manera compartida, adquiriendo una existencia propia (Durkheim, 2000: 54-55). En tanto hechos sociales, poseen una independencia relativa respecto de los individuos y se les imponen con un carácter determinante.
Aunque Durkheim no desarrolló un sistema teórico acabado sobre la noción de representaciones colectivas, sentó las bases para su posterior elaboración. Desde el campo de la psicología social, Moscovici y sus seguidores profundizaron en el desarrollo teórico, conceptual y metodológico del estudio de las representaciones sociales (Jodelet, 1986).
Al definir las representaciones sociales como una forma de conocimiento socialmente compartido, Moscovici (1979) destaca no solo su carácter eminentemente social, sino también su dimensión individual y psicológica. En esta misma línea, Denise Jodelet (1986) subraya su componente psicológico al conceptualizarlas como “una forma de conocimiento específico, el saber de sentido común, cuyos contenidos manifiestan la operación de procesos generativos y funcionales socialmente caracterizados. En sentido más amplio, designa una forma de pensamiento social” (p. 474).
Las representaciones sociales surgen en contextos de intercambios cotidianos de pensamientos y acciones entre los miembros de un grupo, lo que les confiere su naturaleza como pensamiento social. Por ello, constituyen también un tipo de conocimiento de sentido común que, si bien se genera y comparte en un colectivo determinado, conserva una dinámica individual, reflejando la diversidad de los sujetos y la pluralidad de sus construcciones simbólicas.
Finalmente, las representaciones sociales se distinguen de otras formas de pensamiento como la ciencia, el mito o la ideología, aunque pueden establecer ciertos vínculos con ellas (Piña, 2004).