Al hacer alusión a la violencia de género, se hace referencia a una de las manifestaciones más frecuentes de la violencia contra la mujer y que es la que ejercen algunos hombres en sus relaciones íntimas, de pareja o expareja. En el contexto de una relación afectiva es un fenómeno social complejo y multidimensional (Anderson, 2005 y 2009 y ONU, 2006), motivo por el cual se ha considerado que la construcción de un marco teórico adecuado precisa de un enfoque ecléctico e interdisciplinar. De esta forma, para la conceptualización del fenómeno y la comprensión sobre su impacto en la estructura de intercambios sociales significativos de las alumnas víctimas de violencia de género, se propone integrar distintos postulados teóricos de diferentes disciplinas, como son el análisis construccionista del modelo ecológico de desarrollo humano (Bronfenbrenner, 1987), los estudios de la Sociología de la Paz (Galtung 1996 y 1998 y Espinar, 2008), la Teoría de redes sociales, el análisis estructural-interactual de redes sociales personales y la Teoría del Capital Social como el principal activo de éstas.
El aislamiento social no sólo es un factor de riesgo asociado a la vivencia de situaciones de violencia en las relaciones íntimas, sino que además la detección de situaciones de fractura relacional o de debilitamiento de los contactos del alumnado en general, y de las alumnas en particular, con los componentes de su red personal, podría aportarnos información sobre la existencia de ésta.
Los estudios disponibles muestran que el tamaño de las redes sociales personales de las mujeres adultas es un 11% más pequeño que el tamaño de las redes sociales de los hombres (Kadushin, 2013). Teniendo en cuenta que nuestras redes sociales personales varían en función de la etapa vital en la que nos encontremos (Molina, 2007), esta situación podría estar relacionada con una modulación estructural de la presencia de las mujeres adultas en el mercado laboral coincidiendo con la llegada de los hijos/as (Torns y Recio 2013 y Dueñas y Moreno, 2017) y su mayor protagonismo en las tareas doméstico-reproductivas y el ámbito privado.
La cuestión es que si tenemos en cuenta el papel de la Universidad en el proceso vital, en la construcción identitaria y en la formación del alumnado (Jiménez-Delgado et al., 2019) esta diferencia en el tamaño no tendría porqué darse durante su etapa universitaria. Sobre todo, si consideramos que como efecto de la socialización de género las mujeres, en general, construirán una subjetividad orientada «a la relación cara a cara» (Izquierdo, 2013:105), al establecimiento de vínculos significativos o a lo que Hernando (2022) denomina «identidad relacional». De ahí que, en primer lugar, resulte interesante determinar si existen diferencias de género en el tamaño de las redes de las alumnas y los alumnos universitarios.
Por otro lado, al hablar de indicadores de riesgo, hacemos referencia a aquellas conductas o signos existentes mediante los cuales se reconoce la presencia de un peligro o de un posible maltrato. Son señales tempranas que nos pueden facilitar la detección de los casos y de las situaciones de riesgo. En general, los indicadores de riesgo suelen ser utilizados en los distintos ámbitos si la mujer con la que se está trabajando está inmersa en una relación en la que existe violencia y/o si existe riesgo, al respecto.
De esta forma, una vez detectados los indicadores de riesgo, se puede orientar la intervención para facilitar una respuesta a las necesidades personales de las mujeres que vayan surgiendo. Así pues, la detección temprana posibilita una intervención profesional orientada hacia la sensibilización y la información de las mujeres sobre la situación que están viviendo como violencia de género, a la par que ofrece la posibilidad de abrir un espacio seguro de acompañamiento para la toma de decisiones informada sobre las distintas alternativas existentes y recursos disponibles.
Observar si el alumnado universitario en general y las alumnas en particular están expuestas a una situación de vulnerabilidad relacional (Bonet, 2006) nos puede aportar indicadores o elementos para la detección de la existencia de la violencia de género en sus relaciones de pareja. De esta forma, desde el contexto universitario, se podrían activar mecanismos de respuesta institucional centrados en la prevención y en la sensibilización sobre la violencia de género en el marco del aula, a la par que establecer alianzas institucionales con los recursos específicos responsables de dar respuesta a estas situaciones en el campus universitario, siguiendo así lo dispuesto por la pedagogía social (Morata, 2014 en Alcalá et al., 2023) que considera la acción comunitaria como esencial para trabajar el empoderamiento y la resiliencia de los grupos vulnerables, mediante el desarrollo de acciones de prevención y sensibilización social involucrando al alumnado (Alcalá et al., 2023).
Las situaciones de vulnerabilidad relacional se definen por la ausencia y/o debilidad de vínculos personales, de inserción comunitaria y de participación ciudadana, que, a su vez, está directamente relacionado con la limitación de acceso al capital social que estos vínculos pueden aportar (Subirats, 2004; Bonet, 2006). Según Subirats (2004), cuando las personas están expuestas a situaciones de vulnerabilidad social y relacional en combinación con otros factores originadores de desigualdad social, como podría ser la vivencia de violencia de género en sus relaciones íntimas, pueden sufrir situaciones de exclusión con un fuerte impacto psicosocial en la persona que podría afectar no sólo a la participación activa de las alumnas en su día a día en el marco del aula, sino también puede tener otras consecuencias negativas en su proceso de aprendizaje.
La vivencia de violencia de género sitúa a las alumnas en una situación de riesgo de exclusión social debido al proceso de aislamiento progresivo que viven, dificultando así sus posibilidades de participación social plena y de ejercicio activo de la ciudadanía, obstaculizando su acceso a la educación en condición de igualdad, en tanto «el acceso a la Educación es un derecho fundamental que conlleva la inclusión y la participación dentro de la sociedad» (Sánchez y Fernández, 2023: 1008). El aislamiento puede tener consecuencias graves a nivel psicosocial, de tal forma que si un actor no se relaciona con otros puede quedar afectado el proceso de aprendizaje, el de recepción de ayuda, así como el de influencia mutua (Coleman, 1998; Hanneman, 2000).
De ahí, la necesidad y la pertinencia de poner en funcionamiento estrategias para la detección temprana y para la prevención secundaria de situaciones de violencia de género en el contexto de la educación superior, o ¿acaso la universidad no ha de eliminar los obstáculos para garantizar el acceso del alumnado a una educación en condiciones de igualdad?.
Monllor-Jiménez, Marta; Jiménez-Delgado, María y Ruiz-Callado, Raúl (2024). Prevención y detección de la Violencia de Género en el ámbito universitario: una propuesta de investigación basada en el análisis de redes sociales personales del alumnado. Revista de Sociología de la Educación - RASE, 17 (2), 185-202. http://dx.doi.org/10.7203/RASE.17.2.27955.
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