Uno de las interrogantes más comunes al analizar el bienestar psicológico es si este puede ser modificado de manera permanente a través de intervenciones psicológicas. Surge, entonces, la cuestión de si es viable aumentar el bienestar de forma efectiva y sostenible, más allá de los beneficios temporales asociados a la superación de un trastorno mental. En un principio, los estudios iniciales parecían indicar que era posible mejorar el bienestar de las personas, incluso con intervenciones relativamente sencillas. Sin embargo, uno de los desafíos que enfrentan estas intervenciones es determinar si los cambios logrados son realmente duraderos, lo que plantea una cuestión de gran relevancia tanto empírica como teórica.
En este contexto, el concepto de adaptación hedónica juega un papel crucial (Diener, Lucas y Scollon, 2006). Según esta teoría, las fluctuaciones en la felicidad son, en gran medida, temporales, ya que los individuos tienden a regresar a su punto de anclaje o referencia, conocido como set-point. Un ejemplo frecuentemente citado por quienes defienden esta teoría es el caso de los ganadores de la lotería, quienes, un año después de recibir su premio, presentan niveles de felicidad similares a los de un grupo de control (Brickman, Coates y Janoff-Bulman, 1978). De manera similar, en eventos positivos como el matrimonio, los individuos también tienden a volver, en pocos años, a los niveles de satisfacción que experimentaban antes de casarse (Diener et al., 2006). Esta tendencia a regresar al punto de anclaje original se atribuye a un sistema homeostático que también actúa en respuesta a eventos negativos, restaurando en gran medida la normalidad tras un periodo de sufrimiento (Cummins y Nistico, 2002).
Existen varios argumentos que respaldan la existencia de este efecto.
- En primer lugar, los estudios sobre gemelos han mostrado que el bienestar tiene una componente de heredabilidad genética que establece límites o rangos de cambio. Aunque los autores de los estudios originales situaron la heredabilidad en un 80% (Lyken y Tellegen, 1996), correcciones posteriores parecen indicar un valor cercano al 50% (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999). Estos datos sugieren que la capacidad de disfrute y la emocionalidad positiva pueden estar restringidas por factores que no son fáciles de modificar.
- En segundo lugar, algunos rasgos de personalidad, como la extraversión y el neuroticismo, son relativamente estables a lo largo del tiempo (McCrae y Costa, 1990), lo que permite concluir que el bienestar psicológico tiende a ser, en gran medida, estable (Diener y Lucas, 1999).
Por lo tanto, aunque muchas personas—incluidos los autores de best-sellers sobre la felicidad—creen que el bienestar personal puede incrementarse de manera sostenida y casi ilimitada (Sheldon y Houser-Marko, 2001), es probable que existan límites que merezca la pena reconocer y analizar (Lyubomirsky, Sheldon y Schkade, 2005). En este sentido, las propuestas del set-point y de la adaptación hedónica han llevado a muchos científicos a pensar que cualquier intento de aumentar los niveles de felicidad podría estar destinado al fracaso (véase Lyubomirsky et al., 2005).
Sin embargo, estudios longitudinales han demostrado que este punto de anclaje no es completamente estable. Experiencias como el duelo o el desempleo pueden tener un impacto tan significativo que los individuos no regresan, al menos durante los años inmediatamente posteriores a estos eventos, al mismo nivel de satisfacción que tenían antes. Además, estos estudios muestran que, aunque la estabilidad del bienestar es común, hasta un 25% o más de las personas experimentan cambios sustanciales en su punto de anclaje a lo largo del tiempo (Fujita y Diener, 2005).
También hay evidencia de cambios evolutivos significativos en el afecto positivo y negativo (Hernangómez, Vázquez y Hervás, 2008), indicando que las personas mayores suelen mostrar menos afecto negativo y más afecto positivo que los jóvenes, lo que sugiere que pueden producirse cambios en las emociones debido a actitudes modificadas por la experiencia vital. Sin duda, investigar qué características personales están asociadas a esta capacidad de cambio, así como identificar los momentos y estrategias más propicios para ello, permitirá el desarrollo de programas de intervención más eficaces.
Capítulo publicado en Vázquez, C. y Hervás, C. (2008). Psicología Positiva aplicada (pp. 17-39). Bilbao: Desclee de Brower
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