La educación superior presenta una serie de desafíos cognitivos que movilizan diversas emociones en los jóvenes universitarios. Estos desafíos se suman a los problemas individuales relacionadas con las características personales y con las particularidades del medio familiar y social en el que se desenvuelven los estudiantes. Las emociones, tanto agradables como desagradables, juegan un papel crucial en la motivación y los procesos de aprendizaje.
El nivel en que cada estudiante haya desarrollado las competencias emocionales necesarias para lidiar con sus circunstancias tiene un impacto directo en su respuesta académica. En este sentido, el rendimiento académico, reflejado en las calificaciones, es el resultado de una serie de factores que repercuten en el aprendizaje.
El mundo adulto demanda de personas capaces de funcionar con solvencia desde los diferentes espacios en los que se desenvuelven. Por tanto, se hace necesario que los seres humanos desarrollen habilidades personales para afrontar los desafíos de la vida En el caso de los jóvenes universitarios, se han evidenciado, a través de un estudio, las dimensiones de la regulación emocional que necesitan ser fortalecidas en beneficio del rendimiento académico y la formación profesional.
Un estudio ha diseñado una propuesta psicoeducativa para trabajar estos temas a través de talleres dirigidos a jóvenes universitarios. El propósito de estos talleres es favorecer el desarrollo de competencias relacionadas con la regulación emocional, que beneficien el rendimiento académico 1.
Algunas de las habilidades emocionales que deben fomentarse en este sector poblacional son: toma de conciencia, reconocimiento y análisis de sentimientos y emociones, manejo de conflictos y administración del tiempo. Con esto, se incrementarían las conductas dirigidas a metas, al tiempo que se reduciría tanto la ejecución impulsiva, como el malestar emocional y su impacto en la concentración y en la realización de actividades.
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