
La medición de la personalidad ha sido uno de los retos históricos de la psicología. A pesar de que la conducta humana sigue ciertas leyes generales, cada individuo se caracteriza por un conjunto único de rasgos y comportamientos. Se examina la evolución teórica de la evaluación de la personalidad, los instrumentos desarrollados para ello –como el Cuestionario 16-FP y el Inventario NEO-FFI– y los desafíos que aún enfrentan en términos de confiabilidad, validez y aplicación ética en contextos tanto académicos como organizacionales.
La conceptualización de la personalidad ha transitado desde enfoques tradicionales, como la teoría de los humores, hasta las teorías de los rasgos. Este último enfoque ha prevalecido durante el siglo XX y continúa influyendo en la actualidad, ya que propone que la personalidad puede describirse mediante un lenguaje de rasgos que, al ser medidos, permiten clasificar y predecir el comportamiento humano. La búsqueda de una estructura que capture la complejidad de la personalidad llevó a la identificación de múltiples factores, entre los que destacan la propuesta de 16 factores y, más recientemente, el modelo de los Cinco Grandes (Big Five). Este último agrupa la personalidad en cinco dimensiones fundamentales: apertura a la experiencia, responsabilidad, extraversión, amabilidad y estabilidad emocional.
El Cuestionario 16-FP surgió como una herramienta breve para abarcar la totalidad de los rasgos identificados en investigaciones previas. Su propuesta era capturar, de manera global, la diversidad de características que definen a un individuo. Sin embargo, a pesar de su uso extendido, diversos estudios han cuestionado la confiabilidad y la validez de este instrumento.
Entre las críticas se destaca que la conversión de las puntuaciones naturales a escalas estandarizadas (ajustadas por país, edad y nivel educativo) puede ocultar deficiencias inherentes al cuestionario. Esto significa que, aunque en algunos contextos se reporten resultados aceptables, en otros no se alcanza el nivel mínimo de consistencia que exige la rigurosidad psicométrica.
Por otro lado, el NEO-FFI es una versión abreviada del NEO-PI-R y está diseñado para evaluar los Cinco Grandes factores de la personalidad. Este instrumento ha ganado popularidad, en particular por su aplicación en estudios que buscan relacionar la personalidad con otros constructos, como la satisfacción laboral. No obstante, la adaptación de un instrumento originalmente diseñado en inglés a contextos hispanohablantes ha evidenciado problemas en la replicación de la estructura factorial y en la consistencia interna de sus dimensiones. Diversos estudios han señalado que los índices de confiabilidad, medidos a través del coeficiente alfa de Cronbach, a menudo se sitúan por debajo del umbral recomendado (0.80), lo que cuestiona la precisión y la estabilidad de las mediciones.
La precisión en la medición de la personalidad depende de dos pilares fundamentales: la confiabilidad (la capacidad del instrumento de producir resultados consistentes) y la validez (la capacidad de medir lo que se pretende medir). En el caso de instrumentos como el 16-FP y el NEO-FFI, numerosos estudios han señalado que ambos se enfrentan a serias limitaciones en estos aspectos. La presencia de índices de confiabilidad por debajo del umbral aceptable no solo afecta la interpretación de los resultados, sino que también impide establecer correlaciones precisas con otros constructos, como la satisfacción laboral o el rendimiento académico. La problemática se agrava cuando estos instrumentos se utilizan en contextos prácticos, por ejemplo, en procesos de selección de personal, donde las decisiones basadas en datos poco confiables pueden tener consecuencias significativas para los individuos y las organizaciones.
Más allá de las dificultades técnicas, el uso de instrumentos de medición con propiedades psicométricas deficientes plantea una serie de interrogantes éticos. Los profesionales de la psicología tienen la responsabilidad de asegurar que las herramientas utilizadas cumplan con los criterios mínimos de calidad, ya que sus aplicaciones inciden directamente en la vida de las personas. La adopción indiscriminada de pruebas sin una revisión crítica de sus propiedades puede conducir a evaluaciones erróneas, afectando la formación profesional y la toma de decisiones en contextos organizacionales y educativos. En este sentido, se hace un llamado a los investigadores y a los profesionales para que realicen revisiones exhaustivas de la literatura y propongan métodos más rigurosos que garanticen una evaluación precisa y ética de la personalidad.
La crítica constante a los instrumentos existentes ha abierto la puerta a la reflexión sobre la necesidad de desarrollar nuevas metodologías en la evaluación de la personalidad. Algunas propuestas sugieren que, en lugar de depender exclusivamente de cuestionarios autoinformados, se consideren métodos complementarios, como la observación directa del comportamiento o la incorporación de técnicas de análisis alternativo (por ejemplo, el coeficiente Omega, que puede ofrecer una estimación más robusta de la consistencia interna).
Esta apertura a nuevos enfoques no solo beneficiaría el avance del conocimiento científico en psicología, sino que también permitiría a los profesionales contar con herramientas más precisas y éticamente responsables para evaluar y comprender la complejidad del comportamiento humano.
Díaz Contreras, S., Díaz‐Reséndiz, F. de J., & Vega Valero, C. Z. (2019). Medición de la personlidad en psicología: Un ensayo de experiencia profesional. Revista digital internacional de Psicología y Ciencia Social, 5(2), 159–174.