Ciclo de vida completo según Erik Erikson
Para cada estadío, Erikson (1968, 1982) asigna una característica central fundamental y una crisis psicosocial dialéctica. Cada etapa contiene una potencialidad sintónica específica, la cual busca superar la fuerza opuesta representada por su antítesis. Estas fuerzas se enfrentan de manera dialéctica, y su resolución da lugar al surgimiento de una virtud o fuerza básica. Sin embargo, incluso esta fuerza positiva presenta una contrapartida antipática que persiste como una amenaza constante tanto para la persona como para el orden social.
A lo largo de la historia, la humanidad ha intentado universalizar las tendencias simpáticas del ser humano a través de ritualizaciones específicas para cada etapa del desarrollo, adecuándolas a los distintos estadíos vitales. No obstante, cuando el “yo” y el “ethos” pierden su conexión significativa, dichas ritualizaciones corren el riesgo de degenerar en ritualismos. En este marco, se establece una afinidad dinámica entre las perturbaciones nucleares del individuo y los ritualismos sociales.
En consecuencia, cada persona interioriza la lógica y la fuerza de los principios de orden social, desarrollando —en condiciones favorables— la disposición para seguirlos y transmitirlos. Pero también puede experimentarlos como crisis no resueltas a nivel individual, o como manifestaciones de patologías sociales derivadas de la descomposición ritualista.
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