Cuadernillo de trabajo diseñado para ayudar a niños, adolescentes y adultos a comprender y manejar la ansiedad. Ofrece estrategias para detectar emociones, usando dibujos para los más jóvenes y registros detallados para los mayores. El cuadernillo incluye numerosos ejercicios prácticos para usar en terapia o en casa, como técnicas de mindfulness, relajación y actividades lúdicas. También presenta información psicoeducativa sobre la ansiedad, explicándola como una respuesta normal al estrés y proporcionando metáforas para su comprensión. Finalmente, detalla protocolos de registro para profesionales y pacientes, además de pruebas psicométricas como el Cuestionario de Ansiedad Infantil (CAS) y el Inventario de Ansiedad de Beck para una evaluación estructurada.
La ansiedad es una emoción básica, normal y saludable que todos los seres humanos experimentamos como una reacción del cuerpo al estrés, ayudando a enfrentarse a situaciones estresantes y a tener un mejor rendimiento. Es útil cuando se enfrentan situaciones nuevas o desafiantes, pero puede volverse un obstáculo cuando los síntomas son persistentes y severos, afectando negativamente la capacidad de la persona para trabajar, estudiar, socializarse o administrar tareas diarias. Es fundamental que los profesionales de la salud mental psicoeduquen a niños y adolescentes sobre cómo se manifiesta la ansiedad en el cuerpo. Para los adultos, la ansiedad es anormal cuando es desproporcionada y demasiado prolongada para el estímulo desencadenante, y se diferencia del miedo en que el miedo tiene un objeto externo y delimitado, mientras que la ansiedad tiene una amenaza interna y una dificultad en la elaboración de la respuesta.
Para detectar y gestionar las emociones, especialmente la ansiedad, en niños y adolescentes, las fuentes sugieren comenzar con dibujos para que expresen lo que sienten, pidiéndoles que dibujen caras que representen emociones como tristeza, alegría, enojo o ansiedad y que señalen frases que describan situaciones o manifestaciones de estas emociones. Se pueden identificar cómo se siente la alegría (risa, abrazos, energía) y qué se hace al estar enojado (llorar, golpear algo, gritar, querer estar solo). Cuando se sienten ansiosos, pueden llorar, estar nerviosos, tener miedo, no querer ir a la escuela, gritar o querer estar solos. Es un proceso que debe realizarse con un terapeuta, ya que a los niños les cuesta poner en palabras sus emociones.
Otras actividades incluyen responder preguntas sobre cómo son y qué les genera diversas emociones, identificar detonantes de emociones anotando sensaciones corporales y pensamientos, interpretar imágenes, y vincular palabras con emociones. Para aquellos que aún no pueden verbalizar, se sugiere identificar emociones con caritas impresas y luego indagar sobre el porqué de sus sentimientos, o colorear en una silueta dónde sienten físicamente una emoción. El dado de emociones también permite a los niños responder cuándo sienten una emoción, dónde la sienten en su cuerpo y qué la provoca.
Para ayudar a afrontar la ansiedad, se recomienda a padres y cuidadores elogiar los intentos de solución, hablar con el niño sobre lo que sucede en su cuerpo, usar metáforas como la de «una ola a montar», practicar respiraciones profundas y lentas, utilizar técnicas distractoras como dibujar o bailar, ofrecer contacto físico, animarlos a encontrar un lugar seguro en su mente, escribir aquello que les causa ansiedad, y construir una «caja de preocupaciones». Además, mantener un estilo de vida saludable con ejercicio regular, buenos hábitos de sueño y limitar el tiempo de pantalla es beneficioso.
Para los adultos y jóvenes, la detección y gestión de emociones implica registrar cada emoción experimentada, especialmente aquellas que generan ansiedad. Se propone un registro semanal para anotar cómo se han sentido. Para gestionar las emociones, se debe preguntar al paciente qué emoción siente, qué piensa y qué nota en su cuerpo, dándoles tiempo para respirar y relajarse. Luego, se les guía para pensar diferente con preguntas que les ayuden a ver la situación desde otro punto de vista, como si fueran un tercero. Una vez que se logra un cambio de perspectiva, se pasa a actuar diferente, evaluando las consecuencias de las acciones y eligiendo la opción más eficaz y alineada con los principios y valores personales.
Finalmente, se sugiere imaginar la situación de ansiedad para buscar soluciones, incluso visualizándola desde la perspectiva de un observador externo. Identificar dónde se siente la emoción en el cuerpo, darle un color, forma y tamaño, y luego imaginar cómo cambiaría si se sintieran mejor, es parte de este proceso.
