La psicología contemporánea a menudo ha descuidado la importancia de los sentidos internos, particularmente la «cogitativa», una facultad que es importante para comprender la interacción entre lo sensible y lo racional en el ser humano. Este sentido interno, anclado en la tradición hilemórfica aristotélico-tomista, ofrece una perspectiva valiosa para integrar los avances de las neurociencias y las terapias cognitivo-constructivistas. La cogitativa actúa como una facultad bisagra, permitiendo la integración de percepciones individuales con valoraciones afectivas, desempeñando un papel clave en la psicopatología y la psicoterapia.
Hallazgos neurocientíficos y enfoques terapéuticos actuales, aunque formulados en una terminología diferente, reflejan dinámicas atribuibles a la cogitativa, como la construcción de juicios emocionales y la integración de experiencias pasadas. Sin embargo, la ausencia de un marco antropológico sólido limita el pleno aprovechamiento de estos descubrimientos. La psicología cognitiva y las neurociencias a menudo se ven atrapadas en un dualismo cartesiano, oscilando entre reduccionismos biologicistas y espiritualismos abstractos. En contraste, una visión hilemórfica, que recupera la unidad sustancial del ser humano, puede ofrecer una comprensión más completa.
La cogitativa es importante para la comprensión psicológica del razonamiento humano. No se trata solo de la aprehensión de formas puras, sino de una «valoración intencional de las cosas por la cual estas se constituyen en principio o término del movimiento del apetito sensitivo». Esta facultad es un «pensamiento de lo particular», un razonamiento experiencial y comparativo de las cosas concretas, cargado de una valoración personal basada en recuerdos, historia, utilidad o nocividad, y asociaciones afectivas. A diferencia de los animales, en quienes la fuerza estimativa opera por instinto natural, en el ser humano la cogitativa implica una «confrontación-collatio», una lógica senso-afectiva que se enriquece con vivencias anteriores y se abre a la vida intelectual.
En el ámbito de la psicopatología, la cogitativa es un núcleo esencial para detectar, encauzar y sanar en el ambiente psicoterapéutico. El juicio de la cogitativa despierta un movimiento concomitante en las pasiones, y es la encargada de la regulación de la afectividad en el ser humano. Esta facultad permite que lo conocido se convierta en una experiencia vivida y valorada, trascendiendo la mera captación intelectual o el contacto físico.
La psicología moderna, especialmente la cognitivo-constructivista, ha detectado con notable detalle el papel de esta valoración en la experiencia humana. Conceptos como la «construcción de juicios emocionales» y la «integración de experiencias pasadas» resuenan con la función de la cogitativa. Incluso en la neurociencia, la noción de «marcadores somáticos» propuesta por Antonio Damasio, que vincula las emociones, el cuerpo y la razón en la toma de decisiones, se alinea con la íntima relación entre el correlato orgánico y la operación de la cogitativa. Los patrones neurales que subyacen a los sentimientos surgen de cambios biológicos relacionados con el estado corporal y cognoscitivo.
A pesar de estos acercamientos, la psicología y las neurociencias a menudo carecen de un marco antropológico que integre plenamente estos hallazgos. La crítica al dualismo cartesiano es recurrente, ya que fragmenta la unidad del ser humano en sustancia extensa (cuerpo) e inextensa (alma), impidiendo una comprensión holística. La cogitativa, al ser una «potencia bisagra» entre lo sensible y lo espiritual, es fundamental para superar esta división y recuperar la noción hilemórfica del hombre como una unidad sustancial de cuerpo y alma racional.
En última instancia, la filosofía perenne, y en particular el hilemorfismo aristotélico-tomista, ofrece las categorías antropológicas necesarias para una recepción crítica y un aprovechamiento sólido de los avances en neurociencias y terapias cognitivas. La comprensión de la cogitativa como una facultad explicativa permite abordar fenómenos como la toma de decisiones, las emociones y los trastornos psicológicos de una manera que evita las aporías de la modernidad.
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