
El racismo estructural es una categoría analítica fundamental para comprender las dinámicas de desigualdad y violencia que atraviesan la vida social en América Latina. Lejos de ser un fenómeno aislado o una actitud individual patológica, el racismo estructural, como lo plantea el jurista y filósofo brasileño Silvio Almeida (2019), constituye una lógica organizadora de las instituciones, prácticas y relaciones sociales. Para los psicólogos, tanto en el ámbito social como clínico, este enfoque implica repensar las formas en que el racismo incide en la subjetividad, la salud mental, y la producción de lo que entendemos por normalidad, sufrimiento y resiliencia.
Racismo estructural y subjetividad
Desde la perspectiva de Almeida, el racismo no necesita de actos explícitos de odio para operar; se manifiesta de manera naturalizada en la distribución de oportunidades, en los espacios que ocupan los cuerpos racializados y en las narrativas que los definen. Para la psicología, esto implica que la subjetividad de las personas racializadas está constantemente en diálogo con una estructura social que niega, silencia o patologiza su existencia. Los efectos de esta constante invalidación pueden expresarse en síntomas depresivos, trastornos de ansiedad, baja autoestima, internalización de estigmas, y mecanismos de sobrecompensación.
Al mismo tiempo, los sujetos no son meras víctimas pasivas de estas estructuras. Como señala el propio Almeida, la estructura “es viabilizadora, no solo restrictiva” (2019, p. 89). Es decir, en el seno del racismo estructural también emergen formas de agencia, resistencia y reexistencia que deben ser reconocidas por el psicólogo en su práctica.
Una de las ideas clave del análisis de Almeida es cómo el racismo se naturaliza y se hace invisible incluso para quienes lo padecen. Este fenómeno tiene profundas implicancias clínicas. Psicólogos formados en un paradigma eurocéntrico pueden interpretar el sufrimiento de personas negras, indígenas o racializadas sin considerar el contexto de opresión estructural, reduciendo sus vivencias a procesos intrapsíquicos descontextualizados.
La psicología clínica que ignora el racismo estructural corre el riesgo de revictimizar o de aplicar etiquetas diagnósticas sin tomar en cuenta los determinantes sociales del malestar. Por ello, es imprescindible incorporar una perspectiva decolonial e interseccional que permita identificar cuándo el síntoma es una expresión de una estructura social injusta y no simplemente una falla individual.
Racismo estructural y salud mental colectiva
Desde el enfoque comunitario, el racismo estructural también produce sufrimiento colectivo. Los barrios periféricos, las prisiones y los trabajos precarios están poblados de cuerpos negros e indígenas, sometidos a la exclusión sistémica. Este sufrimiento se acumula generacionalmente y genera lo que algunos autores llaman trauma histórico racial. La psicología comunitaria, por tanto, debe trabajar no solo en la intervención, sino en la transformación de las condiciones materiales y simbólicas que perpetúan la desigualdad.
Las estrategias de empoderamiento, fortalecimiento del sentido de pertenencia, revalorización cultural, y organización política son fundamentales para contrarrestar los efectos del racismo estructural. En ese sentido, el trabajo clínico y social debe articularse con las luchas por derechos, visibilidad y justicia.
Desafíos éticos y políticos para la psicología
Aceptar que el racismo es estructural implica también aceptar que la psicología no es neutral. Las teorías, métodos y prácticas que se enseñan en las universidades están imbuidas de los mismos valores que sostienen las estructuras racistas. Por tanto, el compromiso antirracista exige revisar críticamente los marcos teóricos y las formas de intervención, descolonizando el conocimiento y ampliando los horizontes de la práctica profesional.
Como plantea Almeida, no basta con castigar actos individuales de racismo ni promover una inclusión superficial. Se requiere una transformación radical de las estructuras sociales, en la que los psicólogos deben asumir un rol activo, tanto en la denuncia como en la construcción de nuevas formas de convivencia basadas en la equidad y el reconocimiento de las diferencias.
El racismo estructural no es solo un problema social o político: es un problema psicológico profundo, que atraviesa la construcción de la identidad, la salud mental y la vida colectiva. Integrar esta comprensión en la práctica profesional es un imperativo ético para toda psicóloga y psicólogo comprometido con una sociedad más justa. El aporte de Silvio Almeida nos permite entender el racismo no como un accidente de la historia, sino como una tecnología de poder que moldea las vidas. Reconocerlo es el primer paso para transformarlo.
ALMEIDA, Silvio. Racismo Estrutural, Feminismo Plurais 2019. Disponible en:
https://blogs.uninassau.edu.br/sites/blogs.uninassau.edu.br/files/anexo/racismo_estrutural_feminism
os_-_silvio_luiz_de_almeida.pdf. Acceso el 1 de abril de 2024