
La historia de la psicoterapia ha estado marcada por múltiples corrientes que, desde mediados del siglo pasado, han contribuido a enriquecer la comprensión y el tratamiento de los trastornos mentales. En este contexto, la psicoterapia cognitiva surge como una propuesta innovadora que se distancia del psicoanálisis clásico y de las teorías conductistas, al centrar su atención en los procesos cognitivos que median entre la experiencia y la conducta. Una de las herramientas más potentes adoptadas por esta corriente ha sido el diálogo socrático o mayéutica, cuyo valor terapéutico ha sido reconocido por su capacidad de generar cuestionamientos profundos y promover cambios significativos en la forma en que los individuos interpretan su realidad.
La terapia cognitiva, con autores como Albert Ellis y Aaron Beck a la cabeza, planteó desde los años sesenta que los pensamientos influyen directamente en las emociones y las conductas. Desde esta perspectiva, los trastornos como la depresión no se entienden únicamente como una respuesta emocional, sino como el resultado de esquemas mentales erróneos, rígidos y disfuncionales que distorsionan la interpretación de los hechos. Estas distorsiones cognitivas, o como las denominó Ellis, creencias irracionales, configuran una cosmovisión negativa del mundo y de uno mismo, perpetuando el malestar psicológico.
En este marco teórico, la mayéutica se incorpora como una técnica esencial para facilitar el cambio cognitivo. Inspirada en el método de Sócrates, la mayéutica se basa en un diálogo en el que el terapeuta, sin imponer respuestas, guía al paciente a través de preguntas reflexivas que invitan a examinar la validez y funcionalidad de sus creencias. No se trata de convencer, sino de descubrir. Es un proceso de autoconocimiento guiado, donde el paciente es estimulado a reconocer la incoherencia interna de sus pensamientos, generando lo que León Festinger denominó disonancia cognitiva: la tensión que surge al sostener ideas contradictorias.
El objetivo del terapeuta no es convertirse en un juez o en una figura autoritaria que impone verdades, sino en un facilitador del pensamiento crítico. Así, el trabajo clínico con mayéutica busca que el paciente pase de una visión rígida e inamovible a una postura más flexible y adaptativa, permitiéndole una reinterpretación más saludable de su experiencia personal. Este cambio no se logra de manera impositiva, sino mediante preguntas que socavan suavemente la estructura de las creencias disfuncionales.
La aplicación práctica de la mayéutica en la psicoterapia cognitiva abarca diversos niveles. El terapeuta puede iniciar preguntando por las pruebas que sustentan un pensamiento negativo, invitando al paciente a contrastarlo con evidencia contraria. Asimismo, se pueden explorar interpretaciones alternativas, consecuencias emocionales de mantener ciertas creencias, la gravedad real de las predicciones catastróficas, o incluso, precisar formulaciones vagas. Estas cinco áreas no solo promueven un debate interno, sino que generan una mayor conciencia del impacto que los pensamientos tienen sobre las emociones y decisiones cotidianas.
Este enfoque terapéutico tiene un valor incalculable en el contexto clínico, especialmente en el tratamiento de trastornos como la depresión o la ansiedad, donde los pacientes suelen verse atrapados en narrativas internas cargadas de culpa, desesperanza o miedo. Al fomentar el cuestionamiento socrático, se abre un espacio para que surjan nuevas narrativas más compasivas y realistas, contribuyendo al alivio del sufrimiento y a la reconfiguración de la identidad.